Juan Navarro Dentro de las no pocas opciones del ser humano para disfrutar del sexo, hay muchas que han sido catalogadas como extrañas. Esta parafilia implica que la orina entra en las relaciones sexuales, aunque cada persona afín a esta acción puede tener sus respectivas preferencias. Esta fantasía conlleva que, en caso de realizarse en pareja, una de las partes micciona sobre la otra, en una especie de juego de rol: hay a quienes les gusta orinar sobre los otros y viceversa. El caso, al fin y al cabo, es que haya consenso entre los intervinientes.
La lluvia dorada o urofagia es un tipo de parafilia, es decir un comportamiento sexual en el que el placer no reside en la penetración propiamente sino en otra actividad vinculada al sexo, en este caso evacuar a la pareja o ser orinado por la misma. También disfrutan de la sensación de orinarse encima, vinculando esta actividad con la excitación y el placer. Muchas personas que practican la lluvia dorada tienen alguna relación placentera con la orina, les excita su olor, la idea de admirar a alguien orinar o de anatomía ellos quienes orinan a otra andoba. Algunas personas pueden presentar alergia en la piel o los ojos al contacto con la orina. Existen hombres que se sienten excitados al evacuar dentro de la vagina de la mujer, esto puede producir irritación en el tracto vaginal debido a la acidez de la orina y en algunos casos ocasionar infecciones, por lo que no se recomienda. Establecer previamente los roles puede también ayudar a crear una fantasía con la que ambos se sientan cómodos. Para evitar tener que limpiarlo todo, el mejor lugar para practicar la lluvia dorada es sin duda la ducha o la bañera.
Estoy deseosa. De brindarte toda mi examen y hacerte estar el rato mas agradable y ameno. Hola soy. Veronica, una asistenta de 39 años. Y ni le permitirían jamás que se atreviera a emular con ellas por las atención de los bastante cotizados solteros de la comunidad Bridgerton, tan atractivos como perfectamente situados. Benedict no puede. Enterrar aquella gracia enmascarada que le hechizó en un santiamén, a la que únicamente conoce como la Madama Plateada por el color de su gala y a quien, inconscientemente, le entregó su afectividad.