Sabe que sus escritos levantan ampollas porque tratan temas delicados sin ponerse, ni poner al lector paños calientes. Mucho menos a miles de lectores de todo el mundo. Y las causó. Hablar del suicidio de una madre víctima de un programa de esterilización practicado por Estados Unidos en Puerto Rico entre los años 60 y 70, poner en duda el personaje construido por el nacionalismo puertorriqueño en torno a su abuela y relacionarlo todo con la historia de embarazos y abortos voluntarios que ella misma ha protagonizado, la ha enemistado con parte de su familia y de los poderes políticos y sociales. Pero a medida que avanza el libro y se profundiza en sus respuestas, se entiende que Vilar busca entender qué le pasó, pero asumiendo siempre y en todo momento su responsabilidad. Durante la lectura de Maternidad imposible es inevitable no plantearse constantemente la misma pregunta. Sentía el riesgo, se me olvidaba tomar la pastilla, mi pareja no quería hijos pero tampoco ponía medios La conclusión es que el problema era otro: la pastilla controla el ciclo reproductivo, no tu psique.
Éstas son las nueve cosas que yo nunca haría. Pedir la carne bastante hecha El cocinero neoyorquino Anthony Bourdain lo cuenta en sus 'Confesiones de un chef': los restaurantes destinan los peores trozos de carne a los clientes que la piden muy hecha. De la Conchimbamba y a importe de oro. Cuando no te gusta algo de lo que lleva un plato, mejor pedir otra cosa. Y si no te gustan muchas cosas, quédate en tu casa, pide cuentas a tus padres por no haberte enseñado a comer como Dios legado o espabila de una vez, que ya no tienes 10 años. Acudir a fumar o al baño cuando no toca Las saliditas a fumar o al baño deben hacerse siempre en momentos en los que no interrumpan el ritmo de la comanda o del servicio. Si vas antiguamente de empezar a comer, hazlo después de haber pedido para que no se retrase el proceso por tu culpa. Durante la comida es de pésima educación largarte a echar un cigarro y obligar al resto de la mesa a esperar tu dorso para el segundo o el postre. No es una cuestión de extremismo, sino de respeto al prójimo.
Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el angelito, espantado, forcejeaba al acariciarlo la aporreado mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi edad irremediable, melodía monótona de la inquietud, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la circunloquio el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo.