Ojo con poner el café tan cerca del teclado. Adivino un gato a punto de hacer memorable la escena. Y que también condena, digo yo. Sobre todo, cuando quien escribe lo hace desde la desfachatez de creer que sabe. Porque querer escribir bien y dejarlo todo en manos de la creatividad y del talento es equivocarse de plano. La indignación de la correctora Ah, la creatividad. Tanto como quien se decide a tener una buena forma física y a criar hijos… o brécoles.