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Calientes

Semana 19 de embarazo

Mujer a los 27 712588

Idilio en una azotea El Cantar de los Cantares. Refunfuñando y haciéndose cruces se levantó la buena anciana. Cada ruido en la calle, cada coche que pasaba hacían palpitar el seno de la virgen y la estremecían. María Clara sintió esa vaga melancolía que se apodera del alma cuando se deja para siempre un lugar en donde fuimos felices, pero otro pensamiento amortiguó este dolor. María Clara dejó caer la labor que tenía entre las manos; quiso moverse, pero no pudo: un estremecimiento nervioso recorría su cuerpo. Se oyeron pasos en las escaleras, y después, una voz fresca, varonil. Oyó la voz, aquella voz tan querida, que hacía tiempo sólo oía en sueños; él preguntaba por ella. Después buscó un agujero, el de la cerradura, para verle y examinarle: y sonreía, y cuando su tía la sacó de su contemplación, sin saber lo que se hacía, se colgó del cuello de la anciana y la llenó de repetidos besos.

No sino natural: nada hay que deba Maravillarte en ello; hace dos abriles, Que te acosa por mi fortuna adversa; Por mí, un poder oculto persiguiéndote, Do quier te ataja y por doquier te cerca; Por mí, en fin, arrostrastes una muerte Horrible; porque has muerto a la hora de esta Para todos si quieres, pues ahora Muerto te creen los que tu mal desean. Mi Yahvé te ha sacado de las aguas, Te ha acogido en su apartamento, en tu dolencia Te ha cubo sus remedios, porque sabe Mejor que yo lo que mi amor te cuesta: Yo pidiéndole al cielo por tu vida, Noches y días a tu lado en vela He cuidado de ti, porque te amo. Actualidad hablaré a tu padre: y pues le debo La vida por tu amor, voy a ofrecérsela. Bien sabía mi amor y mi miseria. Yo perdía por ti feliz la vida: Pues él la recogió, que él cuide de ella. Ahora bien: quién te trae así a mis brazos, Quién nos une a los dos de esta manera Tan misteriosa e íntima, el acaso No es: tiene que ser la Providencia. Mas admira los fallos del destino Y adora a Dios en su bondad suprema, Félix: mi padre, el corazón ajetreado De una pasión en ti tan verdadera, Tan necesaria a mi aplomo como el aire De la respiración a la existencia, Consiente en nuestro amor y, protegiéndole, Nuestra ventura a completar se apresta.

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