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Calientes

Mil poemas a Cesar Vallejo MIL POEMAS A CÉSAR VALLEJO Una gesta de amor universal

Joao Pessoa citas 431308

Frente a mí, como ausente, fumaba mi amigo el banquero, gran comerciante y acaparador insaciable. La conversación, que había ido languideciendo, yacía muerta entre nosotros. Intenté reanimarla al azar, recurriendo a una idea que acababa de pasar por mi mente. Me volví hacia él, sonriendo: -Por cierto: el otro día me dijeron que hace años fuiste anarquista… -Pues sí, lo fui. Y lo soy. No he cambiado al respecto. Soy anarquista. No lo doy.

Boceto de la colección: Summa Comunicació, S. En Pessoa se trasladó a Lisboa para matricularse en el curso abad de Letras. La historia de la redacción y la publicación del que en adelante llamaremos Libro del alarma, a la que en seguida he de referirme, me parece de gran importancia, no sólo desde el punto de vista filológico, sino también desde el punto de vista artístico, y ha condicionado, por supuesto, el trabajo de traductor y publicista en español que me ha sido encomendado y en el que tanta devoción y cuidado he puesto. Dicho escrito iba firmado por Fernando Pessoa, sin que se hiciese la aclaración, o la salvedad, de que su autor lo atribuyese a Bernardo Soares ni a cualquiera otro de los personajes que, como hemos de ver, dio después por autores del libro. María Isabel Rocheta e Dra. El año de la creación de los tres grandes heterónimos, Pessoa seguía, sin embargo, considerando al Libro del desasosiego como acción propia u ortónima. Es lo que demuestra su correspondencia con el juglar azoriano Armando CôrtesRodrigues7, en la que le habla, unas veces en asentado y otras en broma, de los personajes del drama em gente. Algo después, en una carta del 19 de noviembre, Pessoa confía a Côrtes-Rodrigues que se encuentra en un estamento de «abulia absoluta».

Tensos abarcaban con dificultad el apaisado tarugo, cuya tercera parte, es largar, unos diez centímetros, le entraban y llenaban la jeta. Encajaba el brazo. Con los luceros desorbitados y respirando sonoramente y con dificultad por la nariz. Mi madama. Se corría alce mis luceros, estaba gozando como una gorrina, se corría en la jeta de Basilio entretanto la bimba de Nicanor le llenaba la suya. El cabrón estaba. Tan excitado que en aparte de un minuto se corrió, gruñendo de gusto y eyaculando dentro del concha de mi esposa. No se anduvo.

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