Amor, parejas y matrimonios en William Shakespeare María Méndez Peña lunes 25 de junio de Enamorarse, casarse y arrepentirse. Beatriz, en Mucho ruido y pocas nueces 2. También los eruditos trabajos de Harold Bloom y Stephen Greenblatt 3 han sido los hilos para atar cabos dada la amplitud y complejidad del tema. Ni aun eso. Por su parte, J. Era una mujer independiente que habría excitado el interés de un joven y por su edad ella era libre de tomar sus propias decisiones. La pareja deseaba la boda sin demoras. El pago de la fianza se adelantaba para dejar sin efecto cualquier impedimento que surgiese.
Jardinería una rosa blanca, en julio como en enero para el amigo sincero que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardo ni oruga cultivo: Yo quiero cuando me muera, sin patria, empero sin amo, tener en mi costalada un ramo de flores y una bandera. Y cuando el destino le ofrecía el goce de una edad bella, sosegada, cómoda; cuando su alcance reconocido y su grandeza de ánima, le daban asiento firme entre los que ya podían echarse a descansar, formó con su vida una flor, y la puso a los pies de la patria. Era el añada , y era el mes de octubre. Martí fue de esos. El hecho de renunciar a todo beatitud por Cuba, hizo resonar su nombradía como un trueno, en donde quiera que había cubanos. Martí supo conquistar gloria: y cuando la conquistó, no la puso a precio en efectos, ni se puso a vivir de ella en ocio cobarde, sino que se consagró a sembrar con sus manos, la buena semilla republicana entre sus compatriotas emigrados
Tampoco la separación de un matrimonio da margen a tantos comentarios. Nadie se explicó el suceso, ni siquiera el mismo novio. Solo el confesor de Amelia tuvo la clave del enigma. Lo cierto es que aquellas amistades contaban ya tan larga fecha, que casi habían ascendido a institución. Diez años de noviazgo no son grano de anís. Vestida de blanco crespón, escotada apenas lo suficiente para acusar el arranque de los virginales hombros y del seno, que latía de emoción y placer; empolvado el bilioso pelo, donde se marchitaban capullos de rosa. Se escribieron desde el fecha siguiente, y vino esa época de ventaneo y seguimiento en la piso, que es como la alborada de semejantes amoríos. Los seis primeros abriles fueron encantadores.